¿Alguna vez te has preguntado cómo se forma la perla? Cuando un granito de arena punzante penetra en el interior de la ostra y hiere la delicada piel del molusco, el animal, para cicatrizar su herida, produce una sustancia viscosa llamada nácar que recubre el granito de arena lentamente, capa por capa. Es un proceso de cicatrización que puede durar hasta diez años.
Parece ser un proceso largo, pero finalmente, esa herida cicatrizada se convierte en una perla de nácar. En otras palabras, la perla es el producto del sufrimiento de la ostra.
Me parece increíble pensar que el molusco es herido para crear esa joya preciosa y de gran valor que todos admiramos. Por eso me gustaría que supieras que todo aquello que te ha tocado sufrir, perdonar y soltar te ha convertido y formado no solo en la mujer que eres hoy, sino en un hermoso joyero que tiene en su interior muchísimas perlas, esas que serán vistas y admiradas por muchos no solo por su belleza, sino por su determinación al ser transformada.
Los momentos de dolor nos hacen pensar que nada valió la pena, pero olvidamos que todo lo que vivimos nos forma, construye o destruye. Todo depende de la perspectiva con la que decidas enfrentar las cosas.
Por ejemplo, grandes obras de arte, grandes inventos e historias salieron de momentos de frustración y desánimo. Momentos que parecían llenos de oscuridad se convirtieron en momentos que marcaron la historia. Las perlas embellecen el lugar donde son puestas, así que Dios usará aún lo que antes dolía para mostrar que él puede transformar el dolor en algo hermoso y de gran valor.